jueves, 3 de noviembre de 2011

Orazal Castillo

        El alba penetra lúgubre través las persianas  astilladas, acariciando las cortinas aterciopeladas. El reloj Junghas sigue palpitando con eficiencia alemana y el gramófono  agoniza con Vivaldi y su invierno. Sobre la caoba vetusta del escritorio anida entre sus brazos la cabeza  Orazal  Castillo. Su reloj ventrículo aórtico  late tímido y descompasado, parpados y labios moratos,  piel fría  , preámbulo del adagio de la vida que escapa.  Un chillido atiplado de bestia herida resonó en todas las estancias.

        El mediodía asomaba  luminoso. Lo encontró estafermo, azul  y con los primeros hedores dulzones de la muerte rezumando por sus poros. Las moscas revolotean en rededor de la cabeza  en “8” infinitos , zumbando, violentas , duelo fratricida por  la cuenca del ojo derecho aún abierto . Pupila contraída fija  en el ojal oscuro de la cerradura .Una lámpara de plata preside la bóveda de escayola . Sólo al acercarnos se ve al minúsculo acróbata bajar malabarista  tejiendo desde las entrañas de su platea madre, mofándose de la gravedad . Aterriza , se detiene un instante, para penetrar el rictus de los labios pétreos y adornar con figuras octogonales  desde la úvula al canino .

            La luz vespertina de Otoño tilda de ocre la  estampa . De la fisura del mármol a pie del escritorio una oruga blanquecina errática  emerge atraída por el olor pútrido del festín. Temerosa se acerca reptandando, tímida sube por el mocasín izquierdo , al pasar la curvatura de la rodilla descubre un orificio en el pantalón de lino negro. Alza la vista torpemente, descubriendo la camisa de seda  . A la altura del pecho una caverna bermellón gelatinosa se le apetece más confortable , y tras deleitarse con el jugo de la carne empieza a dormitar , no sin antes envolverse celosamente en seda.

Las ascuas de lo que ayer fue fuego para calentar , hoy nos permiten intuir la figura de dos roedores  furtivos detrás de las estanterías de roble. Pelaje gris , cola fina alargada y ojos rojos  reflejo del refulgir del fuego. Escalan por la pata serpenteada de la mesa hasta llegar a la basta cima . Juguetean con los bolígrafos y la pistola de oro que hay sobre los papeles amarillentos manchados de sangre. Uno apoya las patas delanteras sobre la nariz aguileña, olfatea indeciso hasta pegar la primera dentellada . El segundo sube por el pómulo hinchado aferrándose a la patilla de las gafas , sigue el camino que está le marca hasta llegar a la oreja de la que asoman pelos canos encerados. A media noche el cantar de las campanas del reloj los aleja del cuerpo inerte.

       Así es como al llegar la mañana del día siguiente Orazal Castillo: rico, poderoso y solitario llego a su fin sin nadie que lo enterrara ; merced de las alimañas, un reloj alemán y un continuo invierno presidido por el oro . Con los ojos llenos de prejuicios infames , la lengua y garganta llena de venenos  y trampas para el inocente descarriado . Su osamenta preside la mesa donde arrebato al pobre sus posesiones. Y el corazón  nunca llego a transformarse por no saber amar a la familia , los amigos , las mujeres , ni a Dios ; sólo al oro.

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