El alba penetra lúgubre través las persianas astilladas, acariciando las cortinas aterciopeladas. El reloj Junghas sigue palpitando con eficiencia alemana y el gramófono agoniza con Vivaldi y su invierno. Sobre la caoba vetusta del escritorio anida entre sus brazos la cabeza Orazal Castillo. Su reloj ventrículo aórtico late tímido y descompasado, parpados y labios moratos, piel fría , preámbulo del adagio de la vida que escapa. Un chillido atiplado de bestia herida resonó en todas las estancias.
El mediodía asomaba luminoso. Lo encontró estafermo, azul y con los primeros hedores dulzones de la muerte rezumando por sus poros. Las moscas revolotean en rededor de la cabeza en “8” infinitos , zumbando, violentas , duelo fratricida por la cuenca del ojo derecho aún abierto . Pupila contraída fija en el ojal oscuro de la cerradura .Una lámpara de plata preside la bóveda de escayola . Sólo al acercarnos se ve al minúsculo acróbata bajar malabarista tejiendo desde las entrañas de su platea madre, mofándose de la gravedad . Aterriza , se detiene un instante, para penetrar el rictus de los labios pétreos y adornar con figuras octogonales desde la úvula al canino .
La luz vespertina de Otoño tilda de ocre la estampa . De la fisura del mármol a pie del escritorio una oruga blanquecina errática emerge atraída por el olor pútrido del festín. Temerosa se acerca reptandando, tímida sube por el mocasín izquierdo , al pasar la curvatura de la rodilla descubre un orificio en el pantalón de lino negro. Alza la vista torpemente, descubriendo la camisa de seda . A la altura del pecho una caverna bermellón gelatinosa se le apetece más confortable , y tras deleitarse con el jugo de la carne empieza a dormitar , no sin antes envolverse celosamente en seda.
Las ascuas de lo que ayer fue fuego para calentar , hoy nos permiten intuir la figura de dos roedores furtivos detrás de las estanterías de roble. Pelaje gris , cola fina alargada y ojos rojos reflejo del refulgir del fuego. Escalan por la pata serpenteada de la mesa hasta llegar a la basta cima . Juguetean con los bolígrafos y la pistola de oro que hay sobre los papeles amarillentos manchados de sangre. Uno apoya las patas delanteras sobre la nariz aguileña, olfatea indeciso hasta pegar la primera dentellada . El segundo sube por el pómulo hinchado aferrándose a la patilla de las gafas , sigue el camino que está le marca hasta llegar a la oreja de la que asoman pelos canos encerados. A media noche el cantar de las campanas del reloj los aleja del cuerpo inerte.
Así es como al llegar la mañana del día siguiente Orazal Castillo: rico, poderoso y solitario llego a su fin sin nadie que lo enterrara ; merced de las alimañas, un reloj alemán y un continuo invierno presidido por el oro . Con los ojos llenos de prejuicios infames , la lengua y garganta llena de venenos y trampas para el inocente descarriado . Su osamenta preside la mesa donde arrebato al pobre sus posesiones. Y el corazón nunca llego a transformarse por no saber amar a la familia , los amigos , las mujeres , ni a Dios ; sólo al oro.
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