miércoles, 26 de octubre de 2011

Cuento gallego


Aquella mañana calurosa de Septiembre llegué al pueblo de O´Cadavo tras 30 kilómetros de peregrinación y miseria. La vida, las reflexiones y pensamientos toman otro cariz muy diferente en estas tierras gallegas manchadas de verde montes y ocres senderos . Se puede aprender de cada paso , en cada pendiente o riachuelo , de una forma u otra se nos presentan pequeñas lecciones para la vida cotidiana , y es que la autentica sabiduría se nos presenta de la forma más sencilla . Lo complejo es apreciarla e incorporarla nuestra rutina.

Duchado y con fuerzas renovadas nos dirigimos a buscar cualquier bar dispuesto a darnos cervezas y orujo.
Fue en aquel bar, donde dimos con Bibiano. Era un hombre mayor de unos 70 años , piel arrugada, ojos claros adornados con patas de gallo , sus manos reflejaban su vida como agricultor , también su espalda curvada hacia referencia a esta vida agreste . Nos miro con cara de perro guardián, la típica mirada escudriñadora de los pueblos pequeños cuando un foráneo entra en "su bar", expresión que desapareció al saludo de "buenas tardes tenga usted". Tras dos cervezas y un orujo limpia tripas, salí del bar a fumar un cigarrillo , ya saben ustedes que los fumadores somos especie perseguida y no deseada , allí estaba Bibiano con su orujo blanco y su cigarro negro encendido, con su cara de impasible viéndolas venir . Como fumador olvidadizo le pedí educadamente si podía dejarme su encendedor y el como fumador solidario me lo dejo .Así pues empezamos a hablar, como toda conversación entre extraños la meteorología es la mejor opción para romper el hielo. Tras agotar las típicas frases (véase : El tiempo esta loco , no llueve desde...etc etc..)
me preguntó que a que me dedicaba , yo le dije : a vivir . Le hizo gracia la respuesta y me invito a beber un orujo con él , que por supuesto no rechace . Así de esta forma es como supe de la leyenda de Vida y Muerte que ahora les expondré:

- Sucedió en Galicia, en un lugar llamado Maroño. Allí vivían dos hermanas, solas, en una casa que daba al mar. No se sabía desde cuando allí habitaban , el tiempo se desviaba por las corrientes de Céfiro hacia las crestas oceánicas. Se llamaban Vida y Muerte. Eran dos mujeres gráciles, muy alegres, y su relación cordial y llena de un amor cándido y transparente. No les faltaban pretendientes, pero el temor a encontrarse sola una sin la otra le llevo a jurar que podían tener aventuras con hombres, pero nunca podrían casarse ni se separarían nunca. Y así lo cumplieron largos siglos.

    Los días de fiesta iban juntas al baile a un lugar que se llamaba Donaire, adonde iban todos los mozos de la comarca. En la taberna siempre reinaba la risa , el buen orujo y el amor furtivo. Para llegar allí tenían que pasar por una marisma con mucho lodazal, así que las hermanas iban con los zuecos puestos y llevaban en la mano los zapatos de bailar para no mancharlos en el camino. Los de Vida eran negros, y los de Muerte blancos.

Pues bien, una noche de invierno crudísimo y férreo oleaje  hubo un naufragio, porque este, como sabéis, es un país de mucho naufragio. El barco hundido se llamaba Palermo, e iba cargado de acordeones. La tempestad hundió el barco y arrastró el cargamento. El mar se llenó de acordeones y los hizo sonar al mecerlos en el oleaje. El llanto de las ánimas y  aquellas melodías llegaron hasta la costa empujadas por el viento, y las dos hermanas las escucharon desde su casa. Eran melodías tristes,  música de  naufragio.

Por la mañana, del Palermo solo quedaron los acordeones, yacían en la playa del lugar, destrozados. Todos menos uno, que encontró un joven pescador. Le pareció que había tenido mucha suerte y decidió aprender a tocarlo. Tocaba tan bien y tanta era su alegría que pronto lo llamaron para tocar en la taberna. Aquella noche las hermanas por primera vez cambiaron sus zapatos de baile. La hermana Vida vio al joven pescador tocando en uno de los bailes y se enamoró de él secretamente , al igual que Muerte lo hizo. Al terminar la pieza se acercó a Vida y le susurro al oído que se escapara con él . Vida se negó rotundamente , no podría dejar sola a su hermana. Pasó un año y las visitas de ambas hermanas se hicieron  más frecuentes .Muerte veía con recelo como su hermana y Gabriel  , así se llamaba , se iban amando . Finalmente Vida se enamoró tanto que pensó que aquel amor por el acordeonista valía más que la promesa que le había hecho a su hermana, así que Vida y el acordeonista huyeron juntos. Muerte se quedó sola y sin amor, y nunca se lo perdonó a su hermana.

Por eso ahora Muerte va y viene por los caminos, sobre todo los días de frío. Lleva puestos los zapatos negros, porque ya digo que la Muerte calzaba de blanco, y se para en las casas , llama a la puerta para preguntar: ¿sabe usted del amor y de la puta de la Vida? Y a quien pregunta, si no sabe nada, se lo lleva por delante.